Un toque humano
Ultimamente me estoy aficionando a coger el autobús urbano.
Si, ya se que o te sientas o es como ir haciendo surf y que o hay poco trafico o puedes tardar siglos, pero como ultimamente deambulo bastante por la ciudad a deshoras y sin objetivo definido, para ir no, pero para volver está muy interesante, y no tiene ninguno de estos dos problemas.
Además te permite mirar por la ventana embobado y con cara de pez a las fachadas y decorados de la ciudad en general y las personas que deambulan por la calle con el frío como yo.
Desde el bus parecen como protagonistas de obras de teatro simultaneas que se representan para el público que va avanzando en bus por las calles y avenidas...
Bueno, el caso, anoche después de haber leído los insultos diarios de políticos de todos los colores, de haber llegado a casa y reencontrarme con la soledad y de una larga charla con mi amigo P, que no se si me alegró o entristeció más (aunque en cualquier caso mereció la pena, eso si) por fin ví algo que hizo que sólo por eso mi día valiera la pena: Se subió una señora con muletas, mayor, y buscó un rato su billete para introducirlo en la ranura. De repente y cuando se dirigía a su asiento, el semáforo ante el que estaba detenido el bus se puso verde y el conductor, muy habilmente, en vez de salir escopeteado, valoró muy bién el riesgo de pitazo y su preocupación por la pobre señora y no arrancó hasta que ésta no se sentó. Un poco más y me pongo a aplaudir. Parecerá una chorrada, pero al menos esto me hizo casi-reconciliarme con el universo un instante fugaz.